Auguste Morisot in Venezuela

En 1886, con veintinueve años, Auguste Morisot acompañó al naturalista y explorador francés Jean Chaffanjon a Venezuela durante nueve meses. La tarea de Morisot era la de crear dibujos científicos de las flores de la región bajo la dirección de Chaffanjon, mientras seguían el camino del Orinoco, uno de los ríos más largos de Suramérica; Chaffanjon quería encontrar el nacimiento del río para garantizar su fama. Aunque Chaffanjon aseguró haberlo encontrado el 18 de diciembre de 1886, esta declaración resultó ser falsa y la falta de provisiones los obligó a regresar (el origen del río no fue descubierto sino hasta 1951). Financiada por el gobierno francés, la expedición sólo cubrió los gastos de Morisot y, como sabemos por el diario que mantuvo durante el viaje, el temperamento sensible del artista irritaba el carácter agresivo de Chaffanjon. No sólo aseguró haber encontrado la fuente del Orinoco cuando Morisot estaba en cama con malaria sino que también se despidieron en malos términos al final de la expedición. Cuando regresaron a Francia, el papel de Morisot en la expedición desapareció del recuento publicado por Chaffanjon. Sin embargo, hizo que Morisot alcanzara suficiente prestigio en Francia para conseguir la dirección de la academia de arte de Lyon y para casarse con una mujer de clase alta.

La expedición generó también invaluables obras de Morisot: sus estudios exquisitamente detallados de la flora y fauna, sus registros de los viajes en bote y los puertos del Caribe, y sus atentas observaciones del río Orinoco y la gente que ahí habitaba. Los dibujos, fotografías y objetos en la muestra provienen de una serie de más de 3.000 documentos de la expedición que se encuentran en la Colección Cisneros. Esta presentación de las imágenes producidas por Morisot durante los nueve meses en que viajó por Venezuela muestran la amplitud y variedad de la experiencia del artista viajero. Como tal, ofrecen una mirada extraordinaria de la experiencia de un artista europeo durante una expedición a Latinoamérica. Que un artista todavía haya sido considerado necesario para una expedición científica a finales del siglo XIX—aun después de la invención de la fotografía—demuestra el valor que se le otorga al poder de observación del artista. Los registros visuales de Morisot ofrecen una rara oportunidad de ver las primeras representaciones, románticas y pintorescas, del paisaje, llenas de espontaneidad y del naturalismo del dibujo in situ, la pintura y la fotografía. 

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